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CONSIDERACIONES SOBRE EL IMPACTO EMOCIONAL DEL CONFINAMIENTO EN PERSONAS CON SÍNDROME DE DOWN
Abril, 2020
Dolores Torres
Psicóloga del Servicio de Atención Terapéutica Fundación Catalana Síndrome de Down
A estas alturas todos somos conscientes de que la cuarentena (o confinamiento) es una medida preventiva de salud pública que se aplica para prevenir la propagación de una enfermedad infecciosa y que en consecuencia está alterando nuestro día a día.

Lo que todavía no sabemos, sin embargo, es cuál será su impacto psicológico en la población y especialmente en la población de niños y jóvenes con síndrome de Down. Desde la perspectiva psicológica, debemos tener en cuenta como punto de partida que no todas las personas percibimos la situación en la que estamos inmersos de la misma forma. Además, en el caso de las personas con síndrome de Down, la discapacidad coloca a la persona en una situación de mayor vulnerabilidad al miedo y la ansiedad que genera esta situación incierta y desconocida.
Ante una circunstancia como la que estamos viviendo estos días, se despiertan reacciones emocionales como la ansiedad, el miedo, la tristeza, el enfado ... que tienen una función adaptativa a una experiencia completamente nueva como es el encierro. Así, cualquier forma de expresión de nerviosismo, inquietud y susto en la situación actual debe ser interpretada desde el principio desde la perspectiva adaptativa, es decir, totalmente "normal" en relación al momento que estamos viviendo. Por tanto, la primera consideración que queremos hacer es que el encierro es una experiencia que está poniendo a prueba la capacidad adaptativa de la población.
¿Cuáles son las implicaciones del confinamiento en el desarrollo y la crianza de niños y jóvenes con síndrome de Down?
Por otro lado, la pérdida de libertad genera inestabilidad emocional y esta se manifiesta en irritabilidad y frustración. En la población de niños y jóvenes con síndrome de Down pueden presentarse dificultades de adaptación y angustia emocional, que se manifiesta principalmente a través de conductas de oposición y frustración por tener una capacidad de razonamiento reducida. La frustración es un sentimiento normal y una fuerza diaria en el día a día de los niños y sabemos que es una emoción que aparece cuando no podemos satisfacer un deseo. Su manejo requiere un aprendizaje progresivo y se capacita desde temprana edad para que sea lo más constructivo posible y no afecte el bienestar familiar. En una situación como la que vivimos, quizás debamos tener en cuenta que es prioritario promover la convivencia familiar. Si nos esforzamos por comprender estos comportamientos, podremos reducir las molestias que surgen, tanto para el niño y el joven como para el adulto, y reduciremos el estrés en el clima familiar.
Desde el decreto de estado de emergencia para la gestión de la situación de crisis sanitaria provocada por Covid19, hemos visto uno de los principales derechos que nos han limitado: el de la libre circulación.
La medida de encierro ordenada nos ha llevado por tanto a una situación anómala que altera el día a día de todos.
Desde una perspectiva emocional, es una experiencia que inicialmente conduce a la separación social y la pérdida de libertad.
En cuanto a la separación social, debemos tener en cuenta que el entorno social constituye el entorno natural para el desarrollo humano.
El niño, como ser social que es, a lo largo de su crecimiento hacia la vida adulta va estructurando su personalidad a través de su relación con los demás. La importancia de la relación con el otro está directamente ligada al desarrollo emocional y afectivo del niño ya que el ser humano solo se desarrolla normalmente cuando establece vínculos con los demás. Por ello, en las actuales circunstancias de incertidumbre y separación social, se deberá tener especial cuidado en mantener y preservar una relación de seguridad y confianza con el niño ya que serán fundamentales para un desarrollo emocionalmente saludable.
¿Podemos tener un encierro "emocionalmente saludable"?
La sensación de incertidumbre que nos puede causar la situación de encierro genera malestar y desconfianza, poniendo en riesgo la estabilidad emocional de toda la familia y por tanto la crianza del niño. Obtener la máxima tranquilidad para reducir sentimientos negativos de miedo, preocupación, enojo ... no es fácil en estas circunstancias pero puede ayudarnos a tener el encierro más saludable emocionalmente posible teniendo en cuenta algunos aspectos como los que exponemos. :
- Es muy recomendable que el niño y el joven con síndrome de Down comprendan el propósito del confinamiento. Para entender la situación podemos hacerlo con explicaciones que hagan referencia a experiencias concretas (no vamos al colegio, no vamos al parque, no vamos a casa de amigos ...) y con visual SIDA. Al mismo tiempo, los adultos tenemos que tomar ciertas medidas de protección emocional como evitar la sobreinformación, ignorar los rumores y dejar de lado esas ideas negativas que persistentemente nos pasan por la cabeza.
- Es importante entender que la restricción de la libertad provoca efectos adversos y sobre todo potencia la sensación de aislamiento. En niños o jóvenes con síndrome de Down, puede favorecer la aparición de conductas de desconexión emocional en forma de soliloquios (hablando solo o con un amigo imaginario), conductas sensoriales (como la necesidad de sujetar objetos con diferentes texturas), apariencia o aumento de movimientos repetitivos (los llamados estereotipos), etc. ... Si mejoramos la comunicación y los contactos sociales, tanto en el ámbito social y familiar como con los profesionales de la salud (salud física y mental), ayudaremos a reducir el aislamiento y el riesgo de comportamientos regresivos.
También debemos contemplar qué aprendizaje positivo se deriva de las experiencias negativas. Cuando el encierro se impone y dura más de lo que todos quisiéramos, tenemos la oportunidad de vivir esta experiencia desde una perspectiva que nos permita educar a los niños y jóvenes en los valores de civismo, responsabilidad y solidaridad. Mostrar un comportamiento que busca el bien del otro de forma desinteresada (nos confina para no contagiarnos y para no contagiar a los demás), también nos ayuda a sentirnos bien y nos gratifica. ¿Qué puede ayudar a disminuir el impacto psicológico del confinamiento? Si bien no disponemos de evidencia científica que nos pueda dar respuesta a esta pregunta, existen algunos elementos que conviene tener en cuenta a la hora de anticipar el impacto emocional del encierro: - Miedo a la infección. La preocupación por la propia salud o la posibilidad de contagiar a otros en el entorno de confinamiento es un factor estresante que puede incrementar el impacto emocional. Se debe proporcionar información clara tanto sobre las medidas preventivas como sobre cuál es una situación a la que todos estamos sometidos (compañeros de escuela, trabajo ...). A partir de esta "normalización" de la situación, se podría favorecer la reestructuración de la vivencia de la situación y se podría reducir el impacto emocional. - La pérdida de la rutina habitual y del contacto social y físico genera aburrimiento, frustración y sensación de aislamiento. Nuestro bienestar como seres sociales se basa especialmente en la calidad de nuestras interacciones; Fortalecer las relaciones con el entorno social con una actitud proactiva y evitar el enfrentamiento puede favorecer un clima relacional positivo. - No disponer de suministros inadecuados o insuficientes (comida, agua, atención médica, material para teletrabajo o teleeducación ...) genera frustración, ansiedad e ira. En esta situación excepcional, se debe dar prioridad al acceso y a tener las necesidades básicas básicas.
Los adultos deben procurar tener información suficiente y clara de las autoridades de salud pública para evitar el malestar que puede generar la falta de transparencia. - También habrá que prestar atención a la duración del tiempo de encierro ya que si la situación de estrés continúa alargándose podríamos encontrar la aparición de conductas o manifestaciones compatibles con un trastorno psicopatológico como es el caso del estrés postraumático.
La situación a la que nos enfrentamos en este momento nos lleva, al mismo tiempo, a un miedo generalizado a lo que vendrá después de este aislamiento. Las consecuencias económicas y para la salud física y mental son, en este momento, difíciles de predecir y calcular, pero debemos prepararnos para saber cómo manejar este malestar psicológico que podría aumentar. Por ello, y para paliar el impacto psicológico de las personas ante un suceso vital estresante, serán necesarias acciones y procedimientos estructurados que faciliten un proceso de recuperación psicológica para poder volver a la vida funcional y evitar que el sufrimiento y el dolor se cronifiquen. "Aceptar la incertidumbre es una actitud sabia, significa darse cuenta de que somos finitos"
(Victoria Camps, Profesora Emérita de Ética y Política de la Universidad de Barcelona).